NOTA DE LA AUTORA

Mi historia con el karate es compleja, con muchos baches pero también con muchas vivencias y enseñanzas. He pasado por muchas clases y he aprendido de muchos maestros, siendo el primero de ellos José Luis Prieto, quién desde mis 6 años me enseñó cosas que hoy día con 20, sigo recordando.

Fue en el año 2013 cuando crucé por primera vez las puertas del Club Bañezano de Karate. Quién me iba a decir a mí que me traería tantas alegrías. Allí conocí a mi segundo maestro, Jaime, quién me enseñó la gran mayoría de lo que sé actualmente sobre karate. 

Tras unos años, una lesión y la retirada de mi maestro, decidí abandonar el karate. No fue hasta el verano del 2020 cuando un día, por casualidad, o gracias al destino, me encontré de vuelta en una clase de karate en el Club Bañezano. Allí se encontraba Alija, a quién por aquél entonces no conocía del todo bien. Él me hizo sentir parte del club desde el primer momento y sus hijas, Miriam y Paula, parte de su familia de karatecas. 

Tras muchos paseos entre Gijón y La Bañeza, alguna que otra frustración y unas muy reveladoras palabras con Alija, decidí cambiar por completo el rumbo de mi vida, con el objetivo de disfrutar cada momento de ella. Esta decisión me llevó a parar en La Bañeza y ahora sí, más que nunca, a comprometerme con el karate y con mi club.

Desde aquél día, todo parece un sueño, un sueño que fluye sin esfuerzo, que cada vez es más reconfortante y más satisfactorio. Gracias a este club y sus karatecas, las cosas buenas no paran de cruzarse en mi camino. He tenido la posibilidad de entrenar día tras día con gente espectacular, incansable y con la que comparto mucho más que karate.

He tenido la oportunidad de ser coach y de acompañar a los chicos y chicas del club a todo tipo de competiciones, de verles la cara al ganar un primer, segundo o tercer premio, de animarles cuando no ganan y pasara lo que pasara, de hacerles disfrutar. He tenido el privilegio de saber que de alguna forma u otra yo también he contribuido un poquito a que ellos hicieran un mejor papel. 

Y sin buscarlo, gracias a las oportunidades que me ha dado el club y sobre todo Alija, he conseguido juntar varias de las cosas que mejor se me dan y que más disfruto, en uno de mis lugares favoritos. Fotografiar, diseñar, enseñar, reír, escribir y practicar karate, todo, en el mismo tatami. Personalmente, también he tenido la oportunidad de competir, un sueño frustrado que ahora, gracias a los consejos y clases de Alija y el maestro Aurelio, se está haciendo realidad.

Son muchas las palabras y muchos los adjetivos bonitos que podría utilizar para describir estos dos últimos maravillosos años en el club, y a todas las personas que he descubierto en él, pero son tantos y tantas, que voy a mencionar solo lo esencial. 

Esencial por definición es Miriam. Puedo afirmar con total certeza que sin ella, ni el karate bañezano ni yo seríamos lo mismo. La vitalidad, lo motivador, la autenticidad, el virtuosismo y la perseverancia tan característicos del club, y de mí, no existirían sin ella.

Por otro lado está Paula, una niña excepcional, con unas cualidades envidiables, pero más envidiable aún es su personalidad, su bondad, su respeto y fidelidad. Que haríamos todos los karatecas del club sin esta introvertida niña, que te hace sentir especial cada vez que empieza a hablar.

Otro palo fundamental, en mi crecimiento tanto personal como deportivo, es Alija. Quién con su personalidad incansable, sus valores ejemplares, su humildad insaciable y su amor por lo que le importa, dando oportunidades a quién las merece, consigue que toda persona siempre saque lo mejor de si misma.

Finalmente, decir que me siento totalmente afortunada de formar parte de este club, de esta familia y de haber tenido el honor y el privilegio de haber podido escribir su bonita historia. Serán palabras mías, pero las historias, los recuerdos y las fotografías son todas suyas.

Y aunque por mis palabras parezca el final, esto solo es el principio, el principio de una historia sin final.

Rebeca Malo

Septiembre 2022